sábado, 25 de abril de 2020

Día de San Marcos

Cada 25 de abril en la festividad de San Marcos, los vecinos del pueblo lo celebraban desplazándose a los parajes de nuestro entorno. Cargados con los arreos de cocina en una cesta de enea o esparto. No faltaba el dornillo de barro y la machacadera de madera para preparar una buena porra.

Con pan duro del día anterior aceite, sal, vinagre, unos dientes de ajo, tomates, pimientos y unas yemas de huevo duro. Todo troceado en el dornillo y una buena muñeca para mover la machacadera y amasar bien la guarnición. Hay que dejar una masa sin grumos y a punto. Se acompaña picando naranja, atún, huevo duro, tomate, cebolla, pimiento verde. Este plato todo lo admite, bien troceado y al gusto de cada uno o la costumbre.

Sentados en la sombra de los olivos, rodeando el dornillo las familias. Con una navaja cortaban unas varitas del olivo para elaborar unos pinchos con gracia. Venga sopas de porra  haciendo un caminito con las gotas que caen. Unos para adelante, otros para atrás hasta rebañar la última sopa de porra.

Este día por la tarde, no podían faltar los hornazos como merienda. Los hacían en la panadería con la masa del pan y un huevo fresco. Se hace una base con la masa. En el centro se coloca el huevo y con la misma masa unas cuerdecitas para abrazarlo. Metido en el horno para su cocción y listo para comer.

El hornazo y la tradición de amarrar los Jaramagos. Echando un nudo y al mismo tiempo se decía: “Marco, marcado, el demonio está atado y a la hora de mi muerte que no se suelte.”.

Han pasado muchos años y la tradición se va perdiendo, como tantas cosas de la vida. Todavía se ven los Jaramagos con el nudo echado y los hornazos hechos como esta mañana en el mostrador de la  tienda dónde he comprado el pan.

Feliz San Marcos, que no se pierda la ilusión y la festividad.

miércoles, 22 de abril de 2020

El Camino de los Huertos

En La Molina nace un camino carretero, un camino vecinal. La tierra y los chinos se aprietan del paso de los carros, las yuntas, de los arrieros con sus borricos, de los hombres y mujeres a pie. Lleno de baches y piedras sueltas. En invierno, charcos profundos y las huellas atrapadas en el barro. En verano, el polvo suelto y seco de las arcillas se levanta.  

El camino de Los Huertos paralelo y guardando la distancia al río Genil. En la margen de su orilla, bajando la primera cuesta, una sombra de álamos blancos y olmos nos reciben.

En el arroyo "La Madre Vieja", bajo sus zarzas, pasan las aguas tímidas y trasparentes cruzando el camino. Un talud de cantos rodados, unas pitas, miran y miran con disimulo para ver quien pasa. Las aguas del río bajan tranquilas. Saludan y siguen su paso.

Camino fraguado paso a paso, día a día, con frío y lluvia, con calor y la boca seca. Los hombres y mujeres con alpargatas de esparto, detrás de los carros tirados por mulos y el hatillo a las espaldas. Las matas de alcaparras cuelgan en la cuneta sus ristras de flores, capullitos y alcaparrones. Los olivos llenos de vida, con su mejor color primaveral. Huertos en la frescura del río, a la sombra de los mimbres y los cañaverales. Laderas de viñedos: viejas sepas olvidadas, retorcidas y secas sobresalen entre los pastizales. Alamedas de eucaliptos, refugio y parada de aves, buscando la presa. Las plantas silvestres de monte bajo salen al paso. Las retamas estrelladas, la manzanilla mala, la escabiosa.....

El viejo camino de Los Huertos cortado por arroyos. La Madre Vieja, Las Viñas, Povedano, el arroyo  Pedro. Ribera de huertas en tiempos pasados. El Remolino, la Isla del Cura. Regadas por las aguas del Genil, levantadas por sus norias.

Un camino carretero y vecinal donde van saliendo brazos. Los parajes de La Borrega,  cerros de margas blancas, cubiertos de olivos. Las Cabrerizas, donde el monte bajo cobija su fauna y flora natural. La cuesta del Estercolero nos lleva a La Isla del Charco, llena de vida.

Un camino cargado de historia que muere en el paraje La Isla del Cura. 

Un pueblo que ha vivido y vive cada día, disfrutando de la belleza de nuestro entorno. Paseando y escuchando el canto de las aves del bosque de galería. Cubierto de álamos blancos, sauces, mimbreras, eucaliptos, olmos. Cada primavera los colores verdes, los ocres en otoño. ..

Camino de Los Huertos, un camino paralelo al río y guardando la distancia...

De paso por la vida.

lunes, 6 de abril de 2020

La Bicicleta

Dormida, inmóvil y en silencio. La bicicleta de mí padre cuelga del techo. Parece que quiere arrancar el vuelo, flotando en el espacio, sin nubes ni viento. Amarrada con cadenas, perdiendo su libertad. Tiene un sueño. Ser libre, acariciar con sus ruedas el suelo. Llenar las llantas de barro. Pedalear sin descanso. Sentir el aire de la mañana recorriendo los parajes del entorno. Pasa el tiempo y cuelga del techo, la bicicleta de mí padre. Prendida y llena de polvo, nada de grasa, nada de nada. Habla con su amiga la araña, la única que la escucha. Una compañera acróbata, sin miedo a las alturas. Con su telaraña se sentía segura. La bicicleta le cuenta su vida, una y otra vez a la araña. 

  • Soy una vieja BH del 1956. Cuando me compraron, pocas bicicletas había en el pueblo. Se contaban con los dedos de las manos. La vida era muy tranquila y el tiempo parecía detenerse. La gente se desplazaba andando, en burros o en carros. Ver un coche o un autobús era extraño. Las calles sin aceras, ni asfaltadas. ...yo fui una privilegiada, en casa de un jornalero. Viajábamos de tajo en tajo a trabajar. Subidas y bajadas. Todo eran cuestas y curvas y más curvas. Coger una recta era difícil. Pedaleando por carreteras y  caminos llenos de piedras sueltas y baches. Con lluvia, con frío y calor. Buscándose la vida. En el maletero colocaba el cerón de esparto. Metía las herramientas del trabajo y el hatillo con la comida de la jornada. Eran años difíciles, pero salimos adelante. Yo era joven, presumida y bonita, buena pintura y cubiertas nuevas. Como siempre mis desplazamientos a trabajar, pocos paseos por regocijo. Nacieron sus hijos, creciendo deprisa, todos queriendo aprender a subir, a andar conmigo. Llegaron los golpes, las caídas, las averías. Poco a poco fui perdiendo la pintura, los bollos, los frenos rotos, las cubiertas deterioradas y la grasa no la veía.  

  • Fueron años duros y bonitos. Ver crecer sus hijos y yo, la protagonista. Pasaban los años, llegaron las motocicletas y los coches. Todo fue cambiando, desplazarse al trabajo se hizo más cómodo y seguro. Lo más importante era ganar tiempo.  Llegaron las prisas y ser el primero era una satisfacción. Pasé a segundo plano y mi abandono.

  • Aparcada y olvidada en las cuadras de la casa de la Chacha Pepa.  
Hoy, la vieja bicicleta BH, del año 1956, cuelga del techo. Como recuerdo de su labor y de más de sesenta años de nuestras vidas.

De paso por la vida. 


MI MADRE, MI ÁNGEL DE LA GUARDA.

Mi madre, mi ángel de la guarda. Han pasado dos años de aquel atardecer triste de abril; cuando los naranjos estaban en flor, las golondrina...