A la sombra de los álamos negros escuchaba caer el agua por las chorreras, una catarata artificial del embalse Malpasillo.
Las palomas bravías picotean las algas de la chorrera, solo rompen el silencio el gorjeo y el aleteo al arrancar el vuelo.
Unas carpas saltaban en las aguas dormidas, tras un moscardón de verano cansino.
Las sombras de los álamos negros se bañaban serenas, arropadas por el follaje espeso del bosque de ribera.
Unos mimbres acariciando la grama fresca. Los tarajes decorando el soto y los carrizos revistiendo la orilla. Los juncos y aneas no podían faltar y las adelfas y salicarias floridas.
Las cicutas y la zanahoria silvestre sobresalen, buscando los rayos del sol. El poleo menta y la hierba buena silvestre me envuelven con sus aromas a la sombra de los chopos negros, junto al álamo blanco y la higuera bravía.
El día viene alegre. El sol aprieta en julio. La frescura de un manto de agua, el verdor de la vegetación, la sombra de los álamos negros. Una mañana de verano bajo las compuertas, aprovechando un espacio natural, aprovechando un rincón con vida.
De paso por la vida.
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