lunes, 6 de abril de 2020

La Bicicleta

Dormida, inmóvil y en silencio. La bicicleta de mí padre cuelga del techo. Parece que quiere arrancar el vuelo, flotando en el espacio, sin nubes ni viento. Amarrada con cadenas, perdiendo su libertad. Tiene un sueño. Ser libre, acariciar con sus ruedas el suelo. Llenar las llantas de barro. Pedalear sin descanso. Sentir el aire de la mañana recorriendo los parajes del entorno. Pasa el tiempo y cuelga del techo, la bicicleta de mí padre. Prendida y llena de polvo, nada de grasa, nada de nada. Habla con su amiga la araña, la única que la escucha. Una compañera acróbata, sin miedo a las alturas. Con su telaraña se sentía segura. La bicicleta le cuenta su vida, una y otra vez a la araña. 

  • Soy una vieja BH del 1956. Cuando me compraron, pocas bicicletas había en el pueblo. Se contaban con los dedos de las manos. La vida era muy tranquila y el tiempo parecía detenerse. La gente se desplazaba andando, en burros o en carros. Ver un coche o un autobús era extraño. Las calles sin aceras, ni asfaltadas. ...yo fui una privilegiada, en casa de un jornalero. Viajábamos de tajo en tajo a trabajar. Subidas y bajadas. Todo eran cuestas y curvas y más curvas. Coger una recta era difícil. Pedaleando por carreteras y  caminos llenos de piedras sueltas y baches. Con lluvia, con frío y calor. Buscándose la vida. En el maletero colocaba el cerón de esparto. Metía las herramientas del trabajo y el hatillo con la comida de la jornada. Eran años difíciles, pero salimos adelante. Yo era joven, presumida y bonita, buena pintura y cubiertas nuevas. Como siempre mis desplazamientos a trabajar, pocos paseos por regocijo. Nacieron sus hijos, creciendo deprisa, todos queriendo aprender a subir, a andar conmigo. Llegaron los golpes, las caídas, las averías. Poco a poco fui perdiendo la pintura, los bollos, los frenos rotos, las cubiertas deterioradas y la grasa no la veía.  

  • Fueron años duros y bonitos. Ver crecer sus hijos y yo, la protagonista. Pasaban los años, llegaron las motocicletas y los coches. Todo fue cambiando, desplazarse al trabajo se hizo más cómodo y seguro. Lo más importante era ganar tiempo.  Llegaron las prisas y ser el primero era una satisfacción. Pasé a segundo plano y mi abandono.

  • Aparcada y olvidada en las cuadras de la casa de la Chacha Pepa.  
Hoy, la vieja bicicleta BH, del año 1956, cuelga del techo. Como recuerdo de su labor y de más de sesenta años de nuestras vidas.

De paso por la vida. 


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