Cada 25 de abril en la festividad de San Marcos, los vecinos del pueblo lo celebraban desplazándose a los parajes de nuestro entorno. Cargados con los arreos de cocina en una cesta de enea o esparto. No faltaba el dornillo de barro y la machacadera de madera para preparar una buena porra.
Con pan duro del día anterior aceite, sal, vinagre, unos dientes de ajo, tomates, pimientos y unas yemas de huevo duro. Todo troceado en el dornillo y una buena muñeca para mover la machacadera y amasar bien la guarnición. Hay que dejar una masa sin grumos y a punto. Se acompaña picando naranja, atún, huevo duro, tomate, cebolla, pimiento verde. Este plato todo lo admite, bien troceado y al gusto de cada uno o la costumbre.
Sentados en la sombra de los olivos, rodeando el dornillo las familias. Con una navaja cortaban unas varitas del olivo para elaborar unos pinchos con gracia. Venga sopas de porra haciendo un caminito con las gotas que caen. Unos para adelante, otros para atrás hasta rebañar la última sopa de porra.
Este día por la tarde, no podían faltar los hornazos como merienda. Los hacían en la panadería con la masa del pan y un huevo fresco. Se hace una base con la masa. En el centro se coloca el huevo y con la misma masa unas cuerdecitas para abrazarlo. Metido en el horno para su cocción y listo para comer.
El hornazo y la tradición de amarrar los Jaramagos. Echando un nudo y al mismo tiempo se decía: “Marco, marcado, el demonio está atado y a la hora de mi muerte que no se suelte.”.
Han pasado muchos años y la tradición se va perdiendo, como tantas cosas de la vida. Todavía se ven los Jaramagos con el nudo echado y los hornazos hechos como esta mañana en el mostrador de la tienda dónde he comprado el pan.
Feliz San Marcos, que no se pierda la ilusión y la festividad.
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