Un
día tuve la suerte de conocer a un gran hombre, el amigo de mi
padre. Su cara humilde, de buena gente, de los que van quedando
pocos. Le conocí cuando era un zagalón, trabajando en el campo, en
la recolección de la aceituna y el algodón, de cortijo en cortijo,
donde no hay intimidad, porque los tabiques no existen, son sacos
vacíos y abiertos por la mitad, pero la amistad perdura para
siempre. En la finca de La Isla del Cura, trabajando de jornalero, a
mediados de agosto cuando el sol se queda inmóvil a las tres de la
tarde. Amocafre en mano, aclarando y quitando las malas hierbas, la
garrafa del agua caliente sin una triste sombra. En este tajo
comprendí que todo el mundo lo quería, con su voz campechana, la
sonrisa siempre puesta, el sombrero de paja, animando a la cuadrilla.
Te
diré que has sido un ejemplo para todos, repartiendo amor, cariño y
simpatía, de lo que el mundo escasea. Nunca tenías un mal gesto, sí
un saludo caluroso, desde lejos llamabas la atención con el brazo en
alto. Echaremos de menos ese saludo sincero, y escuchar esas palabras
tiernas preguntando por todos. Recordaremos los buenos momentos que
vivimos a tu lado y tu forma de ser.
Este
mundo de prisas, donde solo nos vemos las caras en los entierros por
desgracia. En esos instantes todos somos buenos, todos nos queremos,
y nos recordamos que nos vamos separando y nos preocupamos más de lo
material. Esa noche nos despedimos de ti, un adiós sin saber hasta
cuando, donde todos estábamos de acuerdo sobre tu persona. Nos deja
un hombre, se nos ha ido un amigo de verdad, hemos perdido un vecino,
un padre, un abuelo, un hermano…yo solo puedo decir que fuiste
cariñoso conmigo, siempre preguntando por mi padre, tu amigo, a él
le ocurría lo mismo. Cuando lo acompañaba en Sevilla, me decía,
¡has visto a mi amigo! Él sentía que los días se acortaban por su
enfermedad y los años. Un día con pena me dijo ¡ya no veré más
mi pueblo, ni mi amigo! Son cosas que no se olvidan y un nudo en la
garganta te aprieta. Son personas hechas de otro material, un
material que se va perdiendo. Nunca es tarde para seguir tu camino.
¡Amigo Cristino!
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