jueves, 6 de mayo de 2021

El Cerezo de las Huertas de la Manga (3ª parte)

Entraba la estación del otoño. Las hojas van cambiando de color. Pasan de los verdes a los ocres, van cayendo poco a poco, despacito, sin prisas. El campo va tomando un color gris, como el cielo con los nubarrones.  El cerezo se va quedando desnudo con los fríos. La savia se paraliza y entra en un estado de reposo vegetativo. Un sueño muy profundo lo envuelve. Va montado en una nube volando, cruzando países y llega a Japón, donde lo están esperando. Es un invitado de honor. Cada año celebran “La Contemplación de los Cerezos en Flor”. Ellos le llaman el “Hanami”, donde las parejas declaran su amor debajo de un cerezo florecido. Los sueños, sueños son, y por arte de magia, en un momento, se encuentra en Jerte, en el valle de los cerezos. Un pueblo agricultor que vive de la recolección de la cereza. Elogian y festejan el día del cerezo para agradecer sus frutos.
 
El cerezo ha estado relacionado con los dioses y divinidades en la mitología romana. Se relaciona con Venus, la diosa del amor. Otras veces, con lo oscuro y mágico. Las brujas utilizaban sus ramas para realizar conjuros.

La otoñada le da paso a los fríos. Él sigue dormido y soñador en su estado de reposo. Con las aguas caídas de las lluvias, el campo va tomando color. Las primeras florecillas, los primeros brotes nuevos de herbáceas, los espárragos van saliendo en la sierra.  Una mañana temprano, el hortelano de Las Huertas de La Manga decide dar una vuelta por el monte con la intención de coger una esparragada. Cosas del destino, sus pasos lo llevaron a tropezar con el cerezo. Al ver el árbol desnudo lo dudó un poco, pero, pronto confirmó que se trataba de un cerezo, por su experiencia. No comprendía cómo había podido criar en  la herriza. Preocupado por su mal estado y ser tiempo de poda, decide volver mañana, preparado con las herramientas necesarias para realizar su trabajo. Con la azada limpió todo el pie, y con el hocino fue remangando todo el tronco hasta la cruz. El hacha terminaría la faena en las partes altas. Al terminar se sentía orgulloso de la labor. Ese árbol parecía como cosa suya, sin saber por qué y qué razón. ¡Amigo, qué falta te hacía, te he dado vida! El cerezo de nada se enteraba, pero el tiempo corría. A finales de febrero comenzaba a moverse la savia y despertó de su reposo vegetativo. Algo había cambiado. Se encontraba más ligero, respiraba mejor. Su pie limpio, su tronco sin varetas y la parte de arriba despejada. El sol le entraba por todas partes. La primavera venía de camino calentando las plantas. Los frutales preparados para recibirla y dar lo mejor de ellos. Este año floreció, como nunca antes lo había hecho. Era la envidia de la herriza. Los romeros, las retamas, los lentiscos y las coscojas miraban la pureza y blancura de sus flores. Los cuentos, las fábulas, las historias inventadas tienen un final feliz. A mi personaje le quedan unos años más para alcanzar su sueño, o unos dos metros de altura para cumplirlo… 


De paso por la vida.

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