jueves, 30 de enero de 2020

CON LA MOCHILA A LA ESPALDA

Caminaba despacio, con pasos cortos y sin prisas, la cabeza baja y la mirada fija a la tierra. Un garrote de olivo en su mano, para apoyar un cuerpo envejecido y cansado. Metido en su mundo, del que él formaba parte. Acompañado de su sombra. Una sombra inseparable, amiga. A su espalda una mochila llena de emociones y sentimientos, momentos de toda una vida: las alegrías y las penas, los amores y desamores, las verdades y mentiras, los amigos y enemigos, las esperanzas y fracasos, los sueños y pesadillas... Una mochila que no se ve, ni pesa. Una mochila donde lo material no ocupa espacio, está llena espiritualmente. Son los años de un viejo hombre que, con pasos cortos y sin prisas, va cargado de añoranzas y recuerdos, los suyos. Los primeros besos y abrazos de sus padres, los juegos de su niñez, el primer amor y único de su vida, el nacimiento de sus hijos, verlos crecer cada día, rodearse de los nietos… Esos pequeños detalles del día a día, que pasan a nuestro lado, y apenas  valoramos. Un amanecer: los gorriones saltando, el saludo por las mañanas. Las florecillas del campo, las tertulias con los amigos, los críos jugando en el patio del colegio. El olor a tierra mojada.  Las estrellas en la noche, las nubes flotando, los paseos al atardecer, una sonrisa…¡Cuánto  hay de bueno en este mundo que no tiene precio! Esos pequeños detalles que te llenan el alma. Él se sentía perdido, sin comprender, que su mundo, el que él conocía y  amaba, corría acelerado a no sé dónde, sin rumbo. Confundidos por la avaricia y el egoísmo, nos  hacemos más débiles, menos inteligentes y renunciamos a  nuestros principios: Amarnos y respetarnos y saber pedir perdón.

Una mochila lleva a sus espaldas cargada de sueños, ilusiones y proyectos que nunca salieron adelante por no confiar en él.  En un hueco va su cuaderno con sus apuntes. Para decirle a la vida lo que siente, sin utilizar palabras rebuscadas, sinónimos que desconoce. Su amor es más sencillo, humilde y sin adornos. Utilizando un vocabulario pobre con el mismo significado. Su cultura nació entre olivos y verdes trigales. Rodeado de tierras sembradas de algodonales, laderas de viñedos, riberas de huertas con higueras, ciruelos, granados… Conoció las norias alzando las aguas del Genil en cangilones de madera. Su sierra cubierta de encinas, acebuches, coscojas, retamas, esparto, alcaparras, esparragueras…. Olores a romero, tomillo, a los almendros en flor. Surcaban en el cielo aguiluchos, cuervos,  palomas bravías… De nada vale  decorar con tantas alabanzas la vida si no sabemos  apreciarla.  ¡La vida, un soplo de aire fresco! Con los años nos vamos adaptando a ella, como las raíces a la tierra.  Como las aguas del río buscando la pendiente. Como una cometa subimos y bajamos.  Atraídos a seguir viviendo, como las olas del mar por la luna.
Una mochila lleva a sus espaldas, imaginada. Una sombra inseparable, amiga.  Un bastón para apoyar un cuerpo cansado. Caminando por un camino de tierra, sin prisas.  Paso a paso, así es la vida. Valorando cada momento vivido, sin riquezas y los pies en el suelo. Con sus sueños incumplidos de ver un mundo más justo, más sensato, menos egoísta. Un mundo donde cabemos todos. Donde el amor gane la batalla al odio. Donde el bien triunfe con la palabra. Todos llevamos una mochila a las espaldas, y con los años, va pesando cada día más.

De paso por la vida.

Juan Reyes.

jueves, 9 de enero de 2020

La vida es un libro

La vida es un libro, donde van pasando páginas.  Vamos viviendo etapas con el paso de los años. Guardando de cada una de ellas, unos recuerdos imborrables. Comienza con la vida prenatal, donde vamos aprendiendo a través del tacto y de los sonidos. Un libro donde tú eres el protagonista principal y el autor. Las pastas y el título se pueden decorar, maquillar, embellecer y cambiar, pero lo más importante y profundo va en su interior. Vas escribiendo, metido en un mundo del que tú formas parte. Un personaje con vida propia y real… Removiendo recuerdos de la infancia. Una infancia rodeada de cariño, de mimos, de caricias y palabras diminutivas de amor. Los brazos de tu madre eran todo, buscabas el calor, el refugio, la seguridad… Te Pasaban de manos en manos, porque tú eras el centro de la familia y todos tenían la  necesidad de abrazarte y disfrutar de ti. Los meses pasaban, los primeros dientes, los gorgoteos, tirabas besitos y echabas los brazos. Tu primer añito, tus primeros pasos, todo como el primer día, rodeado de amor, de cariño, disfrutando cada momento de ti.  Tus padres te cuentan los primeros cuentos, Caperucita Roja y el lobo feroz, Blancanieves y los siete enanitos,  cuentos de brujas y ogros y algunas noches  despertabas con las sábanas mojadas de miedo a la oscuridad. Vas utilizando un lenguaje con palabras difíciles de pronunciar, alargándolas o acortándolas con mucha gracia y arte. Un vocabulario que no viene en el diccionario y no se puede subrayar. Siempre imitando cada gesto de tus padres o hermanos mayores. Esos tres y cuatro añitos tan llenos de sonrisas,  llorando por todo, con razón o sin ella. Absorbiendo cada detalle, todo lo quieres aprender y tocar. Observando un mundo muy grande a tus ojos. Para nuestros padres éramos la alegría de la casa, el que le robas las horas y el corazón. Una infancia donde se quedarán atrapados muchos momentos,  guardados en un rinconcito de nuestra mente y un día  contar.

Vas escribiendo con letra clara y armoniosa. Expresando con lucidez, sencillez y humildad, porque la humildad es una virtud. Una vida que va transcurriendo día a día, donde hay mucho que rememorar, los recuerdos de la niñez. Un  capítulo que escribimos con alegrías, sonrisas y la mente de un niño. Donde la fantasía nos envolvía  y nos perdíamos en los sueños. Las ilusiones nos engrandecían y la luna queríamos atrapar. Formaban parte de esos momentos las travesuras, los juegos con los amigos, saltar como un chivo y nunca llegabas a cansarte. La inocencia aflora y  la perfección no existía. Un mundo apasionante de ficción e imaginación. Vas progresando en la capacidad de comprender, de aprender. Un dibujante, que los lápices de colores en tus manos expresaban un arte especial, los trazos incontrolados eran la firma de un artista abstracto. Un cantante de canciones infantiles, letras  y partituras inacabadas llenas de amor. Quieres ser mayor, soltándote de  la mano y pidiendo un poco más de libertad, un hombrecillo para perderse con tus amigos. ¿Cuantas páginas se pueden escribir con la edad de tres a seis añitos? Un mundo donde los años que pasen, nunca olvidaremos esta parte tan bonita, llena de inocencia, juegos, travesuras y lo más importante nos sentíamos queridos y protegidos las veinticuatro horas del día.

Con una caligrafía cuidada vamos escribiendo y llenando los folios por las dos caras. Vas contando y narrando, esas anécdotas y actuaciones de la adolescencia, las que siempre guardabas por vergüenza a los demás. Una etapa donde sigues siendo un niño, jugando en la calle al fútbol, la tanga, los pilladores, el pañolito, etc. Juegos de otra época, otra infancia, la nuestra. Nuestro cuerpo va cambiando muy deprisa igual que las relaciones emocionales y cognitivas. Exploramos nuestro cuerpo de arriba abajo. Entramos en la pubertad, ese vello que nos va saliendo, esa espinilla tan molesta en la cara y no paran de salir, la voz nos va cambiando, y nuestras partes más intimas nos sorprenden con su desarrollo. La curiosidad y la ansiedad de querer siempre ser mayor. Necesitamos más intimidad, nos volvemos un poco egocéntricos, las ideas son más concretas y extremistas, etc. La sexualidad se va explorando y nuestra identidad sexual. Nos volvemos románticos y buscamos la media naranja. Con los besos robados sin maldad, las bromas pesadas con los amigos, las primeras copitas, las primeras chupadas a un cigarrillo, tragándote el humo acompañado de un ataque de tos. En los estudios no te implicas lo suficiente, perdiendo la oportunidad de formarte. La lucha con los padres por todo, más tiempo en la calle, menos horas  con la familia, los amigos lo primero, no escuchas los buenos consejos, etc. Una etapa de la adolescencia, donde los malos hábitos y las actitudes depresivas, las vas cambiando y comprendiendo por ti mismo. Vas tomando nota de cuánta razón tenían tus  padres, consejos que no olvidarás y siempre los recordarás cuando lleguen nuevas situaciones o parecidas en tu vida.

Dejas correr la tinta expresando los buenos momentos de la juventud. Una parte de la vida donde se divide. Eres mayor de edad y te quieres comer el mundo. Terminando los estudios universitarios, te preparas para hacer un curso de formación, o te dedicas a buscar un trabajo de jornalero y aprendiz. O te conviertes en un vago, en un parásito que aprovechas el esfuerzo de tus padres para vivir a su costa.  Las canciones y la música en la discoteca o salones de baile inventados en cualquier casa de un amigo. Donde la pasión y el amor de pareja se fundían en uno solo. Noches sin control y de locura, noches interminables sin mirar el reloj. Vamos cambiando impresiones y hablamos de un futuro: buscar trabajo, de crear una familia, de tener hijos, etc. Una juventud que va pensando como adulta. Vas comprendiendo que ser adulto no es tan fácil, los problemas te rodean, educar  los hijos, las letras del banco, la vivienda, el trabajo, etc. Vas escribiendo y hablando de ti mismo, la vida es como un libro, un libro donde la realidad se queda corta. Al coger el lápiz o el bolígrafo, la forma de colocar el librillo, dice mucho de tu personalidad. Este libro con sus pastas gruesas de cartón duro y hojas finas de papel. Donde vamos escribiendo y resumiendo con sensibilidad, con ternura, la entrada en la adultez. Otra etapa más de la vida que se divide. Te entregas al trabajo y todas las horas son pocas, para contribuir en la economía de la casa. La familia queda a un lado para los fines de semana y los festivos. Los hijos se van haciendo mayores y llegan acompañados de sus amigas o parejas. Tus perspectivas y el fundamento  de tu vida es salir adelante. Atrás dejas muchas cosas pendientes, cosas que jamás algún día puedas realizar. Tus aficiones, tus caprichos, tus viajes, ese tiempo para relajarte y tomar un respiro. Todo tiene su recompensa, si la felicidad es hacer feliz a los que quieres.  Vivir el momento justo, sacarle el máximo  partido. Ser capaz de entender y asimilar que todo no se puede tener en esta vida. Los días van pasando y entras en los cincuenta pisando los sesenta. Todo va cambiando, la vida la ves muy diferente y las prisas no entran en tus planes. El amor de pareja lo vas compartiendo con los que llegan, unos seres chiquitos fruto del amor de tus hijos. Las  emociones y los sentimientos llenan tu corazón. Los que tanto quisiste y te quisieron se marcharon para siempre, vas dejando muchos en el camino. Los que nunca dejarás de quererlos y llevarlos en el corazón. Vas agrandando el alma y esos pequeñajos tapan muchas heridas. Con cada renglón que ocupamos vamos recorriendo una parte de  nuestras vidas, atrapadas en el tiempo, pasando de puntillas en silencio para no molestar. Sentados en una silla y una mesa de un escritorio inventado, sin ruidos y la puerta medio abierta de la habitación. La luz del día pasa por la ventana y la calma se trasforma en una soledad buscada. Nuestras armas y compañeros un lápiz de punta fina y unas hojas de papel. Vamos robando horas al tiempo, rebuscando palabras con mimo, dejándonos llevar por los pensamientos.  Corre la mano con cariño por los renglones alineados como los surcos en la tierra.  Las palabras se transforman y cobrando vida, una vida que queremos compartir. La vida es un libro en blanco, que nos entregan cuando nacemos y vamos tomando apuntes cada día, sin saber el final….

De paso por la vida.
 

Juan Reyes.

MI MADRE, MI ÁNGEL DE LA GUARDA.

Mi madre, mi ángel de la guarda. Han pasado dos años de aquel atardecer triste de abril; cuando los naranjos estaban en flor, las golondrina...