
Una mochila lleva a sus espaldas cargada de sueños, ilusiones y proyectos que nunca salieron adelante por no confiar en él. En un hueco va su cuaderno con sus apuntes. Para decirle a la vida lo que siente, sin utilizar palabras rebuscadas, sinónimos que desconoce. Su amor es más sencillo, humilde y sin adornos. Utilizando un vocabulario pobre con el mismo significado. Su cultura nació entre olivos y verdes trigales. Rodeado de tierras sembradas de algodonales, laderas de viñedos, riberas de huertas con higueras, ciruelos, granados… Conoció las norias alzando las aguas del Genil en cangilones de madera. Su sierra cubierta de encinas, acebuches, coscojas, retamas, esparto, alcaparras, esparragueras…. Olores a romero, tomillo, a los almendros en flor. Surcaban en el cielo aguiluchos, cuervos, palomas bravías… De nada vale decorar con tantas alabanzas la vida si no sabemos apreciarla. ¡La vida, un soplo de aire fresco! Con los años nos vamos adaptando a ella, como las raíces a la tierra. Como las aguas del río buscando la pendiente. Como una cometa subimos y bajamos. Atraídos a seguir viviendo, como las olas del mar por la luna.
Una mochila lleva a sus espaldas, imaginada. Una sombra inseparable, amiga. Un bastón para apoyar un cuerpo cansado. Caminando por un camino de tierra, sin prisas. Paso a paso, así es la vida. Valorando cada momento vivido, sin riquezas y los pies en el suelo. Con sus sueños incumplidos de ver un mundo más justo, más sensato, menos egoísta. Un mundo donde cabemos todos. Donde el amor gane la batalla al odio. Donde el bien triunfe con la palabra. Todos llevamos una mochila a las espaldas, y con los años, va pesando cada día más.
De paso por la vida.
Juan Reyes.
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