martes, 29 de octubre de 2019

En Silencio

Al pasar por el cementerio una voz interior me invita a entrar. No es obligación es necesidad.



En la entrada principal una puerta de hierro de dos hojas. Su parte baja chapada y cogida con remaches a base de golpes de mazo. Arriba barrotes terminados en lanzas de punta fina, mirando al cielo. Pintada de color negro, negro de dolor. Cada vez que se abren las dos hojas un vecino, un amigo, un familiar lleva los pies por delante. Metido en un ataúd de madera noble. Va para un siglo abriendo y cerrando ¡Cuántos sin un día señalado y una fecha en el calendario!


Voy recorriendo sus calles sin nombre ni números, en silencio y con respeto absoluto. Solo los estorninos y gorriones revoloteando y con su canto lo rompen. Están llenas de flores, unas del tiempo, otras de tela, de plástico hay muchas, no importa, todas tienen el mismo significado y ofrenda. Unas velas encendidas, unas llamas de “no te olvido”, hay momentos en que se desdibujan, figuras caprichosas que cambian con la fuerza del viento y cuando aprieta fuerte las ahoga. Nichos elaborados con las manos, unos levantan panteones, otros apilados como colmenas, bajo tierra son los menos, antaño las cruces clavadas en hileras brotaban del suelo.

Revestidos de granito, otros de piedras marmoleadas,  azulejos de imitación, de mortero y encalados con cal, no importa el color, ni el material, nuestros seres queridos reposan en paz.

En letras grandes y en el sitio más vistoso, PROPIEDAD …FAMILIAS…para que todo el mundo reconozca y se acuerden de ellas. Grafías grabadas en las lapidas, fechas muy señaladas, el nacimiento con una estrella, su muerte con una cruz. Nombres y apellidos de los difuntos, recuerdos de los que se quedan, epígrafes de añoranza.

“¡Siempre estarás en nuestros corazones, porque tú alegría perdurará en cada uno de nosotros!”

“Y todo el qué vive y cree en mí, no morirá para siempre.”

“Quererte ha sido fácil, olvidarte imposible. De tus hijos y nietos.”

“Su amor fue la familia, su pasión el trabajo, su divisa el deber, su lema la verdad y la honradez.”

“Y sé que cada día mientras viva te seguiré queriendo y te echaré de menos.”

“Con Soledad, Recuerdos, Lágrimas y Miradas nos dejaste tu pequeña “Sinfonía inacabada”... Lucía.”

“Se acabó tu recorrido por este mundo. Nos has dejado desolados y llenos de dolor, en el consuelo de que empiezas una nueva vida al lado del Señor.”


Cada nicho es un rinconcito privado, un “altarito” donde los sentimientos brotan en lo más sagrado. Los rostros de la Virgen, de Jesús, del difunto. Repisas con crucifijos, jarrones y centros, farolillos y floreros. Todo es poco para recordar que un día estuvieron con nosotros. La vida sigue y yo me despido, dejando atrás a tantos con los que un día compartí unos momentos de mi vida.  
                                                        
De paso por la vida.

Juan Reyes

martes, 22 de octubre de 2019

El Milagro Fallido

Estaba en el rellano de la ermita de la Virgen de la Fuensanta en la aldea de Corcoya. Las campanas repicaban. Era el último toque para la misa de un difunto. Los familiares, amigos, compañeros y vecinos lo acompañaban. Sería su última visita al santuario, donde él fue tantas veces  acompañando a su virgen en la romería a pedir con devoción salud para su familia. Las bancas de madera estaban ocupadas y las puertas abiertas. La gente fuera en silencio. Yo, en el rellano, frente al altar de la ermita. El párroco dijo: “Sentaos” y tomé asiento en un poyete de obra rustica. Por un momento bajé la mirada al suelo. Bajo mis pies un hormiguero. El párroco decía: “Después de la muerte...” Yo  tranquilo observo a una hormiga que cargaba con una semilla en la boca. Estaba dando vueltas por el hormiguero. Se acercaba al agujero pero deprisa se daba la vuelta, una y otra vez. Repetía la misma escena, mientras todas alegres entraban con su alimento en la boca. Era la temporada de almacenar y llenar los graneros para el invierno. La miro fijamente para confirmar que era cierto. No encontraba explicación al problema. Por un momento quise ayudar, ¿pero porqué? La naturaleza es sabia, mejor dejarlo todo como está. La misa avanzaba y yo preocupado por la situación de angustia que estaba viviendo esa pobre hormiga. Con los brazos apoyados en mis rodillas y los ojos puestos en su empedrado. Unas piedras de cantos rodados con historia. Si las piedras hablaran…


¿Cuánto dolor y sufrimiento han pisado con pies desnudos y la mirada al cielo? La fe y la devoción de cada uno buscando una solución a sus problemas. Año tras año se fueron gastando por fieles con velas y ofrendas para pedir un milagro a su virgen. La primavera va dando paso al verano y el párroco nos manifiesta el amor a los seres vivos. Yo me siento como un buen samaritano y cristiano. Quiero hacer un milagro. Con toda mi bondad y cuidado de no hacerle daño a esta hormiga descarriada, perdida o con demencia, ¿no sé? Con las puntas de los dedos muy suave la agarro mostrando mi amor a los animales. La voy dejando caer en el agujero del hormiguero para enseñarle donde está la entrada. Terminaba la misa y no me dio tiempo a santiguarme, solo fue un instante. Todas se abalanzaron sobre ella hasta darle muerte. No lo comprendía, lo único que yo quería es ayudarle a terminar su trabajo introduciéndola dentro. Fue un milagro fallido, lo reconozco. Al levantar los pies lo comprendí mejor. Estaba tapando con mi zapato la entrada de su hormiguero y era de otra especie. Ese día me quedó muy claro que los milagros no es lo mío y comprendí que con  la naturaleza  no se juega.
 
De paso por la vida.
 

J.Reyes   

viernes, 4 de octubre de 2019

Bajo la Zorrera

Sentado en un viejo tronco, arrastrado por la corriente del río y acopiado en una alameda de álamos blancos. Bajo su sombra; con mi mochila, mi bastón de campo, mi sombrero de paja y un suelo de arena fina. Envuelto por el silencio y la tranquilidad del sotobosque. Una pareja de tórtolas posaban en sus ramas y se arrullaban con sus picos. Unos ruiseñores cantaban y un viento suave hacía bailar las copas. Recuerdo la vereda estrecha, que bajaba a La Zorrera, cortando la pared de margas blancas. Un caminito escavado, paso a paso, por el hombre para cruzar el río. 


Unas piedras en su cauce, acortando el camino. Hoy, las aguas corren  transparentes. Las algas se balancean en el fondo como una culebra y el cañaveral me saluda, como banderas al cielo. 



Bajo la Zorrera las adelfas, las salicarias y el poleo silvestre nos envuelven con sus olores y aromas. Juncos y eneas forman parte del entorno y los pajarillos beben desconfiados mirando a su alrededor. Los rayos del sol deslumbran y cortan como cuchillos el sotobosque. Las zarzas trepan y se enredan en la maleza. Las ramas de los álamos blancos acarician las aguas tranquilas. Todo envuelto en un romance de frescura y ternura. 


Una charca con aguas plácidas y transparentes, el fondo de cantos rodados y arenas de grano grueso. Unos pececillos juegan en los huecos y unas ranas con la mirada boba puesta en las libélulas.

 
La orilla cubierta por un manto de hierba fresca y frondosa. Donde pasta un caballo de crin zaina y bella estampa. Una mula castaña con las orejas tiesas y su cola aspavientan las molestas moscas del verano. Un borriquillo andaluz se revuelca en un suelo de arena fina, con las patas en alto y su cara alegre. ¡Qué felices se ven los tres, sin trabas, sin cabestros, ni vallas!
Bajo la Zorrera, en las compuertas de la presa Malpasillo, un ir y venir de palomas bravías. Se posan en las chorreras para refrescarse y buscan un recodo para anidar, en sus muros anchos y fuertes. Los que dan sombra a las Huertas Nuevas.


A un lado de la orilla, paredes de margas blancas, cubiertas de retamas, alcaparras y pastizales. Su cauce, una calzada con un firme de rocas, conglomerados y gravas. En la otra margen quedan los sedimentos arrastrados por el río. Se ha formado un bosque en galería por tarajes, álamos blancos y negros. A los olmos y los mimbres le acompañan un cañaveral impenetrable dando cobijo a las aves mosquiteras, los verderones, los jilgueros…

Bajo la Zorrera un paraje natural, un rinconcito creado por la naturaleza, donde el ser humano actúa y domina a su antojo.

DE PASO POR LA VIDA.



MI MADRE, MI ÁNGEL DE LA GUARDA.

Mi madre, mi ángel de la guarda. Han pasado dos años de aquel atardecer triste de abril; cuando los naranjos estaban en flor, las golondrina...